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10 de julio

¡Todo el mundo a escribir!

Entrevista a Santiago Llach

Estamos a la mitad del #SegundoMundialdeEscritura, un desafío para quienes nos gusta escribir. La propuesta es sencilla: durante catorce días todos los participantes reciben una nueva consiga que deberán seguir y, entre los tres mil y cuatro mil quinientos caracteres, contar una historia. El mundial se juega en equipos de hasta trece personas y se debe respetar la extensión y el tema dado. Luego de esta primera etapa, cada equipo deberá elegir un solo cuento para que pase a la ronda de finalistas. Un jurado se encargará de elegir los cuentos ganadores.

Conversamos con Santiago Llach, escritor y propulsor de esta gran iniciativa. 

La Palestra —En este segundo mundial se anotaron casi cinco mil cuatrocientas personas ¡un montón! Entiendo que se duplicó con respecto al primero que lanzaron a principio de año.

Santiago Llach —Exacto. La idea es hacerlo cuatro veces por año. El primero fue en abril, este de julio es el segundo. La idea es que sea casi permanente, que haya una idea de pertenencia, de juego y oportunidad.

—Siempre da curiosidad saber qué fue lo que te motivó a organizar este mundial de escritura.

Mi principal actividad laboral es dar talleres de escritura durante todo el año, hace veinte años que doy talleres, hace diez años es mi actividad principal y hace casi ocho surgió esta idea de hacer una competencia de escritura por equipos con los alumnos de mis talleres. La idea fue algo que siempre funcionó muy bien y me parecía que se podía ampliar, abrir. La verdad es que es un método o un juego que llena mucho. Si bien tiene este componente de competencia, la verdad es que incentiva bastante, porque si vos no escribis perjudicas a tu equipo. Lo principal es que te ayuda a escribir. Lo importante no es quién gane, sino que un montón de personas escriben un poco todos los días, creando el hábito…

—¿Cómo les fue con el primer mundial?

Bueno, yo tenía confianza en que iba a funcionar bien. No tenía ni idea de cuánta gente se podría inscribir. La verdad es que en ese momento lo hicimos un poquito más a la aventura, sin planearlo tanto como este segundo que está mucho más planeado. De hecho, el primer mundial lanzamos la inscripción un lunes y cerró el jueves siguiente: fueron tres días justo cuando se decretó la cuarentena en Argentina, así que… bueno, en esa situación de angustia cuajó para que empezara. Enseguida los medios lo difundieron en los diarios, en las radios, en televisión incluso.  Lo difundieron así, al toque, y eso ayudó mucho para que se inscribiera mucha gente.

—Los participantes pueden inscribirse solos o en equipos, ¿no?

Por supuesto, hay dos maneras de inscribirse: una por equipo, que cuando el equipo se conoce eso puede funcionar mejor.

—La otra es solo y que los organizadores te ubican en un equipo.

Claro, yo ahora, de hecho, me inscribí al mundial (obviamente casi honorífico), pero me inscribí de manera individual para ver cómo es estar en un equipo y trabajar con otra gente, ¿no? Estoy con cuatro mujeres que se habían conocido en el mundial anterior y que decidieron anotarse juntas en este. Dos chicos que también habían jugado solos en el anterior y ahora se inscribieron de nuevo, y algunas personas que están jugando por primera vez. Eso me dio la pauta de que existe esa parte de conocer a otra gente que escribe. Vos sabés, escribir es escribir con vos, pero también está esa parte comunitaria de compartir y leer los textos de los otros.

—¿Qué te sorprendió?

Lo que me sorprendió del mundial anterior es que las ganadoras fueron todas mujeres. Que, si bien, en alguna manera, no es tanto una sorpresa. Hay una especie de boom (llamémosle) de escritoras mujeres. En la argentina y en el mundo buscan escritoras mujeres. Pero bueno, fueron las mujeres las que fueron seleccionadas.

Y también, que llegaron a la final textos de tres mujeres de veintiuno, diecinueve y diecisiete años, lo cual también estuvo muy bueno, ¿no?

Yo soy mucho de que uno lanza una idea y la idea se va mejorando en el camino, ¿no? Del mundial pasado surgió un libro que se va a publicar, probablemente estemos haciendo una serie de televisión también. 

También tuvimos la inquietud de varios profesores que nos comentaron que lo implementaron con sus alumnos y que les había ido muy bien. Me parece que es un mecanismo que puede funcionar para las escuelas secundarias. De hecho, esta vez nos comunicamos con algunos centros de educación para ver si lo querían promover. Yo lo veo como una tarea a largo plazo, va a seguir..., va a crecer.

—¿Qué cambiaron del otro mundial a este?

En este mundial especificamos que hay un premio especial para los menores de dieciocho y que hay una consigna diferente cada día. Antes había consignas que las ponía yo, pero eran totalmente sugeridas, ahora el texto finalista que respeta la consigna te da un plus a la hora de las selecciones por parte del jurado. Por lo tanto, yo recomiendo que los equipos elijan un texto que siga la consigna.

—Y eso, ¿por qué lo agregaron?

Sobre todo, porque se me ocurrió pedirles un ejercicio a distintos escritores. También porque, principalmente, la idea es vincular a la comunidad de escritores con gente que está en sus inicios, que quiere probar o que es más como un hobbie. Por supuesto que, en alguna medida, la escritura como expresión artística depende de la musa, de la inspiración del momento, pero en otra medida depende del trabajo y en ese sentido hay saberes que se pueden transmitir y esa es la idea.

—Hablaste sobre el tema de la inspiración y quería preguntarte: ¿qué recomendás vos para buscar la inspiración?

En primera instancia, el único consejo de escritura que hay es el de Picasso: «que la inspiración te encuentre trabajando». Es un ejercicio, un hábito. La tarea de ponerse en forma físicamente es que hay que salir a correr tres veces por semana; bueno, escribir es lo mismo, es sentarse un rato y escribir.

Después, hay como distintas teorías, de hecho, Florencia Etcheves, en la tercera consigna casi que proponía salir de la cuestión más autobiográfica.

¿Qué pensás vos?

Creo que uno tiene que escribir de lo que más sabe. En general, la literatura tiene que ver con dar crédito con aquello que se puede mostrar, que puede tener la forma de la ficción o la autoficción.  

En alguna medida, es lo primero que el romanticismo te dice: sí, que hay que atravesar el fuego y no vas a quedar aséptico; tenés que ensuciarte un poco las manos o hay algo de confesional. Otra versión, la versión clasicista diría: no, es algo frío que tenés que trabajar. Yo creo que hay una tensión: hay algo de confesión de desprolijidad, misterio, secreto y vergüenza. Y hay algo que tiene que ver con trabajarlo.

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—¿Qué recomendación darías a los nuevos escritores, a esas personas que están teniendo sus primeras experiencias en lo que es la escritura?

Lo que le recomiendo a alguien que recién empieza es, por un lado, que se anime. Por el otro, que no escriba de literatura. Uno de los principales desafíos es detectar cuándo uno está siendo solemne y cuándo es que encuentra nuevos modos de expresar. Un equilibrio entre lo nuevo y lo convencional. Casi siempre hay un proceso de desarmar el propio busto y armarlo de nuevo. No estar aferrado a las certezas respecto de lo que es la literatura o lo que nos gusta. Por lo general eso es muy arbitrario, eso tiene la literatura: no es lógistico. No es como el tenis, yo a Federer no le hago ni un tanto.  La escritura es distinta, alguien puede escribir un texto y algunas personas les puede gustar más ese texto de un amateur que uno de Borges. Por eso, ahí entra lo otro que yo recomiendo que es hacer un taller o cualquier otra instancia: cotejar los textos con otro. No existe la idea de estar solo en una buhardilla escribiendo y que venga un editor a salvarte y a hacerte millonario.

—Volviendo a la idea de extender el mundial a los colegios. Sobre los millenial y esta idea de que cada vez se lee y escribe menos… ¿qué opinas?

Se lee más, estamos en una época, hace más de veinte años, de un cambio cultural muy grande, equiparable al cambio del manuscrito a la cultura impresa. En 1900 el analfabetismo era del 90 %, ahora es un 5%. Se lee cada vez más, y también escribimos mucho más que antes. Hace treinta años nadie escribía si no fuera por razones escolares o por profesión puntual. Hoy, posteos en Facebook o Instagram no se piensa que es literatura, pero sí lo es. La difusión de la literatura va cambiando, los géneros van cambiando a lo largo de la historia. Lo que cambió en esta época es que cualquiera que tenga acceso a Internet puede publicar de manera instantánea sin mucha mediación como podía ser antes el mundo periodístico o el comercio de los libros. Ahora solo está la mediación de los gigantes de la tecnología como son Google o Facebook. Entonces, todo el mundo escribe. Creo que el mundial este es una manifestación de eso.

Inclusive ahora hay una nueva forma de escritura que son los emojis, ¿no? Que es otra forma de lenguaje además del oral y el escrito.

—No lo había visto de ese lado, claramente todos leen, pero hay como una atención menor, o una ansiedad, o una cosa como que un texto muy largo no se lee. Tal vez es eso, ¿no?, el tema que un texto muy largo desanima… Las nuevas generaciones se están acostumbrando a mensajes más conciso, más directos… De menores caracteres, ¿no?

Sin duda, y en un ida y vuelta dialógico, ¿no? Porque antes no existía esa posibilidad de que yo te mando un mensaje por escrito y vos me respondes otro por escrito o por ahí con una red social de doscientos ochenta caracteres que cualquiera lo responde. Pero sí, seguro, hay una lectura más horizontal que profunda… Pero de algún modo, para mí, la obra de Borges es muy precursora de Internet porque es una lectura que era horizontal: «a ver quién es tal autor que menciona»; entonces tengo que hacer el salto como si fuera un link, ¿no? Si bien es cierto que en todas partes hay una tendencia a la ansiedad no hay que ser millenial para eso. Es la era de la ansiedad, del like, de abrumadora exposición permanente de información. Creo que el formato de este mundial de tres mil caracteres también va con eso. Son formas que van encontrando la mejor manera de expresarse.

—Recién comentabas que cuando eras chico en tu clase no eran todos los que leían… ¿Cómo fue tu experiencia con la literatura?  El momento cuando dijiste: esta es mi pasión, esto quiero hacer.

Bueno, en mi casa estuvieron muy presente los libros, mi padre sociólogo economista, mi madre también socióloga, muy lectora de novelas. Esa es una imagen primera: mi madre en las vacaciones leyendo libros… Mamá me mandó con una tía abuela mía que era profesora de literatura porque consideraba que en el colegio no me daban lo suficiente. Y ella me hizo conocer a Borges, sus cuentos… «Las ruinas circulares», eso me quedó muy grabado. Y después, en la adolescencia con el despertar del sexo afectivo (como se dice ahora) yo era muy tímido, para mí es calve la timidez, y la literatura me permitía refugiarme en un mundo muy intenso… casi tan intenso como el mundo real, pero…

—pero protegido…

… y ese mundo mental e imaginario me fue formateando… La literatura me fue formateando también ese mundo y en esa experiencia de la extrañeza. Bueno Borges, Kafka… Me acuerdo cuando los leía yo decía: «esto es lo que me pasa a mí, a alguien más también le pasa sentir que el mundo es un lugar extraño». Después, todas eran ideas equivocadas, tanto las de Kafka como la de Borges … Después, lamentablemente, uno se tiene que integrar, ¡bah! uno aprende, supera las dificultades. Pienso que con la literatura uno tiene que conectar con otras personas.

También otra experiencia fundamental para mí fue un taller de escritura que me abrió la cabeza con una mujer que se llama Nora, que es poeta. Bueno, yo iba a un colegio católico y un poco cerrado, mis amigos son de ahí, pero en un momento de mi vida ese colegio fue un poco cerrado y este taller me abrió un mundo de gente con intereses literarios.

—¿Cuál fue el desafío con el que te encontraste en tu carrera de escritor, algún obstáculo que hayas superado?

Sí, hay uno que superé y otro que no superé.

El de la página en blanco lo supere en gran medida hace poco con el método de escribir un diario, todos los días un poco. Este ejercicio me parece muy útil. Bueno…, «lo superé» …, logré establecer una rutina de escritura. También a través de notas periodísticas, más personales. Tengo amigos periodistas que me dieron la posibilidad de escribir un poco lo que yo quisiera, tenía una columna en la revista Brando donde escribía de música y anécdotas personales, en la revista La Agenda también.

Después, lo que no superé es el karma e la novela. Digamos…, escribí libros de poesía que están justamente olvidados, después, un libro de fútbol de crónicas personales de experiencias familiares (de ir a la cancha con mi padre y mis hermanos), pero el tema de la novela… Tengo una ahí, la terminé en su momento, ganó un concurso, pero no la quise publicar y ahora, de hecho, ¡estoy escribiendo la misma novela! Eso, todavía, no me animé a cerrarla… Creo que no me animé todavía a convertirme en un escritor de verdad… hay tiempo…

—¿Qué es un escritor de verdad?

(riéndose) No, es una ironía… Uno que publica libros, que se lee, que se comenta, que es reseñado…. Un escritor más profesional, digamos… Ahora me voy a obligar, trabajé tanto que sí, ya tengo un contrato firmado para escribir sobre Borges y otro sobre consejos de escritura… Pero bueno, paradójicamente puedo dar consejos de escritura, enseño lo que no sé hacer.

—Te quería preguntar sobre esto del diario íntimo que publicaste, porque yo siempre entendí al diario íntimo como ese refugio donde uno puede volcar seguro uno de que nadie nunca lo va a leer, y vos lo publicaste….

No…, el diario íntimo no… no lo publiqué como libro, sino que era una nota justamente en la revista La Agenda donde cada domingo cada escritor publicaba un fragmento de su diario. A mí me tocaba el tercer domingo de cada mes y publicaba un fragmento de mi diario…. Que obviamente, igual, cuando uno escribe un diario, aunque crea que nunca nadie lo va a leer siempre está consciente de que alguien lo lee.

—Sí, el ojo que todo lo ve está.

Claro, por supuesto que cuando sabés que va a ser publicado pensás en el efecto que puede tener en tus lectores. A mí es un género que me atrae la intimidad, ese lugar intermedio híbrido entre la ficción y la no ficción; entre la invención y la autobiografía. Es el género que más me atrae, es el que más leo… Después, creo que la literatura es una religión politeísta, hay muchos dioses. Uno puede leer muchos géneros: me encanta leer policiales, ficción-ficción (que no es autobiográfica). Pero me gusta mucho esa ficción que está ahí, jugando con el lugar ambiguo del cual no se sabe si es o no autobiografía. Hay un montón de autores contemporáneos hasta Marcel Proust, que hacen literatura o cargan con sus experiencias autobiográficas.

Y sí, muchas veces (la mayoría de las veces) escribir es la catarsis personal del autor que deja disperso en su obra de ficción pedacitos de su ser. Descubrirlo es el juego que ahora plantea la literatura con más énfasis, invitando al lector a ocupar un rol activo, de detective diríamos, hurgando en el pasado de ese autor real, el de carne y hueso, para cotejarlo con el autor ideal, el que se nos dibuja en nuestra mente.

Es un juego, la literatura es un juego y es la mejor manera de entenderla y de acercarse. Y en estos momentos hay cinco mil cuatrocientos escritores jugando a un mismo juego: «El Segundo Mundial de Escritura». 

Se está terminando la primera etapa... ¡Estate atento para conocer los cuentos ganadores!

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