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julio 2021

Un viaje musical

Entrevista a Dan Storper  - Putumayo
Por María Luz Irureta 

Dale Play andá escuchando «Best of Americana» de Putumayo, el sello discográfico que nació en Estados Unidos de la mano de Dan Storper en 1975. El emprendimiento tiene mucho de la energía idealista, pacifista y humanista de la generación del ´70 (al menos de aquellos jóvenes que creían que el cambio debía venir de la mano de la paz y el amor).  El espíritu de Putumayo es compartir música de todo el mundo que inspire y eleve; que nos lleve a un viaje musical. Y es que así comenzó: con un viaje y con la fascinación Dan hacia aquello que es diferente a uno.

—¿Qué significa para vos Putumayo?

—Bueno, creo que ha sido una extensión de mi interés de toda la vida: viajar y explorar otras culturas. A los dieciséis años tuve la suerte de visitar México con mis tíos. Paseamos por la Ciudad de México, por todo el sur y centro conociendo los pueblos indígenas. Todavía estoy enamorado de esas multitudes, de la antigüedad y el vestuario, de la gente y la historia.

Guiado por ese amor latinoamericano, Dan centró sus estudios universitarios en América. Luego de graduarse, trabajó para ahorrar lo suficiente y poder viajar por América Latina.

 

—¿Dónde comenzó todo?

—Colombia. Allí había un hombre vendiendo un tapiz de tejido de lana, eran realmente hermosos. Me dije: «Hombre, creo que va a gustar mucho esto en los Estados Unidos», así que compré uno. Luego visité Ecuador, Perú y Bolivia; empecé a comprar artesanías.

Fue contándonos sobre cada uno de esos viajes y cómo —luego de un año— se descubrió a sí mismo con el firme deseo de abrir una pequeña tienda donde vendería artesanías de todo el mundo.

 

—Encontré un pequeño agujero en la pared en Nueva York y decidí llamarlo «Putumayo» porque es una zona maravillosa en el sur de Colombia, a lo largo de la ribera del río Putumayo el cual fluye hacia el Amazonas. Realmente cubre un territorio brillante. Me encantó el pueblo y sus artesanías. Tuve la suerte de ir en un día mágico durante las celebraciones de carnaval:  el clima era hermoso, la gente del pueblo regresaba de los campos y se ponían sus trajes, yo estaba sentado junto a la orilla del río viendo los pájaros trepar… Fue un día increíble.

Lamentablemente esa región se ha alzado como gran centro de drogas, pero mi experiencia fue realmente mágica.

—¿Cómo fue que la tienda (ese agujero en una pared en Nueva York) se transformó en el sello discográfico?

—Sucedió que conocía a alguien de la cadena Banana Republic quien había estado armando cintas de compilación de jazz de los ´50; me presentó a esa compañía y así pude armar con ellos cintas de cuatro horas [para poder pasar en la tienda]que mezclaban todo: Bob Dylan y luego Morrison; de un lado americano y del otro anglo europeo; música latina como Juan Luis Guerra y Gilberto Gil y una mezcla de gente de Miriam Makeba, Sal Masekela; traté de secuenciar todo tipo de música. La cinta se escucharía en esas tiendas. Literariamente, la tarde en que llegaron las cintas a los locales, empecé a recibir llamadas de los gerentes diciendo: «no vas  a creer lo que está pasando: la gente está viniendo al mostrador cada dos minutos preguntando por la canción está sonando y dónde la pueden encontrar». 

Además, el estado de ánimo del personal que trabajaba allí fue mucho más positivo, cambió durante la noche. Claramente significó algo.

—En mi caso, cada vez que escucho una de estas compilaciones quedo atrapada por dos cosas: la portada del disco (algo muy icónico del sello discográfico) y, musicalmente, me fascina que cada disco respeta una línea, ¿verdad? Por ejemplo, el disco de Besto of Mali to Memphis, que es algo fantástico para mostrar el blues a quienes no saben nada de él… Es un gran viaje.

Creo que la obra de arte de las portadas es mágica, como sentarse en las orillas del Putumayo. Hubo otro momento de certeza, que me llevó hacia a Nicola Heindl.

En uno de mis viajes a Londres, compré  una de sus tarjetas de felicitación. Un día, la mujer que estaba organizando la vidriera de la tienda de Nueva York vio la tarjeta y me dijo: «¿Sabías que la mujer que hizo esa tarjeta es una amiga mía? Es de Inglaterra y está de visita por unos días, ¿te gustaría conocerla?». Le dije que sí, hablamos y comenzó a hacer las ilustraciones para la tienda (para la ropa y las artesanías). Esto fue antes de empezar con el sello musical. Luego, cuando decidimos hacer el primer álbum, pareció natural pedirle que hiciera las portadas.

—Todo en este sello llama a la inspiración. ¿Qué te inspira a vos cuando haces estos discos temáticos?

—Creo que, de alguna manera, es algo egoísta ya la vez desinteresado. Parte de esto comenzó para mis tiendas minoristas, ya que necesitaba tener música durante mucho tiempo. Como a la gente parecía gustarle, ¿por qué no ofrecerla al público? En ese momento fue cuando me interesé cada vez más por la música y cada vez menos por la ropa. Decidí transformarme y centrarme en ella.

—Esa sería la parte «egoísta»… ¿Y la desinteresada?

—La realidad es que el sentido de mis viajes, de la ropa y la artesanía era que estaba tratando de presentar algunas de las cosas más bellas creadas en el mundo.

 

—¿Qué es la música en tu vida?

—La música encajó bien. Creo que elevó mi propia experiencia. Hubo días en que las cosas eran estresantes y he estado escuchando música y, sin importa si era de África o América Latina o América o Asia, simplemente parecía elevar mi espíritu. Así que lo que realmente creo que estamos tratando de identificare en Putumayo es parte de la gran música que podría elevar el espíritu de la gente y  llevarlos en un viaje musical que, como dijimos, te hará sentir bien.

— Entonces, ¿una de tus inspiraciones es cambiar el estado de ánimo de la gente?

—Sí.

Putumayo  tiene cerca de sesenta y cinco mil canciones en su base de datos. «El mundo de la música es un vasto océano; lo que estamos tratando de hacer de todos esos cientos de miles de canciones que escuchamos a lo largo de los años, es identificar las que creemos que realmente le gustarán». La creación de las compilaciones implica, además de la selección entre ese mar de canciones (que suenan bien individualmente), el tiempo de fundirlas y secuenciarlas para ese viaje musical al cual nos invita Putumayo .

—Volviendo a la idea del viaje (esta vez temporal), si mirás hacia atrás y hacia donde estás hoy, ¿qué sentís?

— Cuando miro hacia atrás, en los últimos veintisiete o veintiocho años, desde que empecé con el sello, me siento bien por el hecho de que millones de personas han descubierto buena música, grandes artistas… y lugares. Cuando le di a Jackson Brown y a Bonny  Raitt, ambos artistas estadounidenses, una copia del álbum Habib Koité que habíamos lanzado les encantó tanto que decidieron viajar a Malí. Conseguirí que gente diga: «Por ti viajé a este o ese país, porque me inspiró la música», me encanta.

La capacidad de identificar una gran música y que ayude a quien la escuche a descubrir otro país es más o menos de lo que se trata Putumayo.

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