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marzo 2021

Orgullo tercermundista

Entrevista a José Eduardo Moreno

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La bandera norteamericana al fondo de la ilustración, ante una cama y en primer plano, las piernas de un tipo con medias de mujer anticipan el encargo que recibirá este espía uruguayo entrenado en Cuba. Reunión secreta de tres mandatarios latinoamericanos en un bunker sin ventilación:

 

   — Lo que a mí me parece es que hay que tomar alguna medida concreta, pero hacer algo con estos hijos de puta —tomó la iniciativa el argentino —. Se siguen creyendo los dueños de todo. Se cagan en todo el mundo. Y este que está ahora es el peor de todos.

   — Estamos todos de acuerdo en que es un reverendo hijo de puta —comentó el uruguayo —. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Matarlo? ¿Para que encima se convierta en mártir? Mirá el otro pelotudo de Kennedy, no se podía atar los cordones solo, lo matan, y de repente es el mejor presidente que tuvieron.

   — Pero algo hay que hacer —lo cortó el brasileño, mientras mascaba un chicle sabor cola —. Aprovechemos que hoy nos podemos poner de acuerdo y hagamos algo. Hay que alborotar un poco el avispero.

Operación Medibacha.

Me compartieron su libro casi por casualidad. Operación medibacha es la primera novela de la saga que tiene por protagonista al espía uruguayo Denzel Washington Ferreira quien (en sus propias palabras) explica: «tengo los huevos llenos de esta vida a lo James Bond, pero en total anonimato y con menos glamour».

Una historia desopilante, terriblemente absurda y espectacularmente cómica; de esas que te van a roban carcajadas estés donde estés. Pero… ¿quién es el autor detrás de escena?

José Eduardo Moreno es sociólogo, escritor y músico. Con él nos juntamos (en la virtualidad como sucede en épocas de pandemia) para que nos cuente sobre él, sus libros y ese humor crítico que cautiva de principio a fin.

—Empecemos por el principio: ¿cómo arrancaste a escribir?

—Bien, empecé a escribir medio azarosamente; fue más bien un impulso. Lo asocio con haber estado mucho tiempo escribiendo y leyendo lenguaje académico y me parece que llegué a un punto de saturación. Necesitaba escribir algo que no fuera académico, que no fuera un informe ni nada por estilo, ni una monografía, ni una tesis ni nada. Estudié sociología y cuando terminé la licenciatura me puse a hacer una maestría y un doctorado. Fueron muchos años seguidos de mucha academia; llegué a la saturación y ahí fue que me puse a escribir Operación Medibacha

Esa primera novela la compartió entre sus amigos y, gracias a Juan José Becerra, quien lo contactó con la editorial Planeta, publicó con ellos el primer y luego el segundo libro de la saga, Operación tripa gorda. Más tarde, publicó tres libros más con un sello editorial propio. El tercer episodio de la saga de Washington Ferrerira es Protocolo proctólogo. Pero entre los títulos del autor se encuentran las novelas Matar a Götzer e Insoportablemente vivo. Todos abundan en el humor característico de J. Eduardo. 

—¿Qué es lo que pensás gustó (y gusta) de Denzel Washington Ferreira?

— En primer lugar, lo que vos decís: es un libro que resulta divertido, la gente que lo lee, se ríe, se divierte. Evidentemente, ahí funciona un humor y funcionan unos chistes que a mí me salen naturalmente.

Mi intención sí fue escribir algo divertido, ágil. Me gustaba jugar con los límites de la realidad sin saltarlos olímpicamente; mantener un registro que estuviera ahí en la frontera entre los posible y lo imposible. Me parece que el personaje también fue un lindo descubrimiento, este agente uruguayo, esas conversaciones de buró, llevando la realidad a lo absurdo, de lo absurdo a la realidad y jugar ahí en una frontera que es difícil de creer, pero al mismo tiempo es posible.

—Me llamó la atención, ¿por qué al protagonista lo hiciste uruguayo?

—Sí, me han preguntado eso. No sé bien, creo que porque Uruguay me inspiraba un poco más de ternura; por tener esa épica también los uruguayos. También venía de una época bastante orientalista musical y culturalmente. Me pareció más fácil para salir de discusiones internas, de referencias locales, para que eso no se mezcle, para que fuera por otro lado.

—Un personaje más neutro y que pueda decir más descaradamente algunas cosas.

—Sí, sí, me parece que sí.

—¿Qué autores argentinos leíste que influyeron en el estilo de tu absurdo?

—Sí, a ver… Yo no soy un gran lector. Si bien he leído muchas cosas y todo, veo que hay un montón de gente que lee mucho más que yo. Pero cuando empecé a leer literatura me enganché sobre todo con el mundo Fontanarrosa, de Soriano…, es claro que vengo de ahí cuando escribo.
Hay una novela muy emblemática para mí que tiene muchos puntos de contacto con lo que es Operación Medibacha y sus secuelas, que es Best Seller de Fontanarrosa, que leí de muy chico (a los doce o trece años), y me pareció una genialidad y me transportó a un mundo increíble. Yo creo que eso me marcó fuerte.

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—Sí se nota la influencia de Fontanarrosa, sobre todo en la frescura de los diálogos y la naturalidad con que se leen. Vuelvo sobre el humor porque me pareció espectacular cómo lo trataste y lograste la complicidad del lector... ¿qué técnicas aplicaste para armar el argumento absurdo? ¿Y cuál recomendarías a un escritor que estuviera incursionando?

—¡Qué pregunta difícil! No sé si se me ocurren técnicas…, si tuviera que aconsejar a quien está queriendo escribir, el primer consejo es que escriban: animarse a perder la vergüenza y el miedo a mostrar algo que uno puede hacer y puede crear. Esa es una primera cuestión que parece una pavada pero que forma parte. Después, en mi caso, creo que me ha salido más o menos naturalmente la cuestión de lo absurdo.

Un consejo, pero eso es un gusto más personal, de encontrar ese registro de lo absurdo, que uno lo pueda tragar más o menos fácil y más o menos rápido, es que uno pueda ser cómplice de ese absurdo. Me parece que para lograr esa complicidad con el lector esta bueno, manteniendo ciertos aspectos o líneas que tengan más realismo, que sean más plausibles de que suceda. A mí me gusta jugar ahí, en esa frontera entre lo fantástico y lo real.

—En los libros, pensando puntualmente en Operación Medibacha y Código tripa gorda que son los que leí, ¿buscaste intencionalmente dejar algún tipo de crítica, mensaje?

—Sí, la respuesta es sí. Yo quería transmitir un mensaje latinoamericanista, soberano, quería transmitir un poco de eso. Una cuestión de orgullo nacional, orgullo latinoamericano, orgullo tercermundista, digamos.

—Ya hace mucho de la publicación del último de tus libros, ahora estás en una banda donde vos escribís las letras…

—Yo me encargo sobre todo de las letras, sí. Este disco que se llama «Simón dice»¸ que es una especie de obra conceptual del disco, entonces cada canción es una parte de esa terapia, un momento de terapia y entre canción y canción hay diálogos entre el analista y el analizado y algunas notas mentales del analista. Y ahí estuvimos escribiendo algunas cosas.

— ¿Y cómo te resultó este cambio de género?

—Esos dos géneros más o menos estuvieron siempre ahí, coexistiendo. Con la banda estoy ya hace unos años. Es muy diferente, pero hay una cuestión con el lenguaje que tiene la canción o la poesía hecha canción que también me gusta mucho: el desafío de tratar de decir cosas de esa manera, de una manera poética, de una manera muy sintética; lograr condensar un mensaje sin ser obvio, sin ser explícito. Ir dando esos matices entre lo estético, entre el contenido, entre la rima, entre la música

—¿Qué es ser escritor para vos?

—Yo creo que es tener las ganas, es hacerlo, es una práctica que uno tiene que hacer. Para ser escritor uno tiene que escribir; escribir es plantearse un desafío, es tener un deseo, una necesidad de transmitir algo, de construir un relato, una historia. Y pensar cómo transmitir esa historia. Todos tenemos cosas que contar, unas más interesantes, otras menos, siempre se trata de qué vuelta uno le encuentra a esa forma de contar las cosas. Yo me divierto cuando escribo, si no me divierto hay algo que no estoy haciendo bien.

Seguimos charlando mucho más sobre literatura y este arte de escribir. Nos contó que es todo bastante embrionario, pero que hace un par de años lo convocó una directora de teatro de La Plata, que había leído Operación Medibacha, y le propuso trabajar en un guion para llevar la novela al teatro. Nos aclaró que no puede adelantar mucho, no porque no quiera, sino porque recién va por unos capítulos, algunos diálogos…

Si a él le entusiasma encontrarse con el espía uruguayo en el escenario, imagínense a nosotros! Allá estará Vicky Giunta reseñando la obra y lista para un segundo encuentro con J. Eduardo.

 

Por el momento nos despedimos no sin antes agradecerle mucho el tiempo que nos dedicó.

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