La princesa no sabe

que esconde un corazón de oro,       

piensa que es desdichada

y que la vida

mal le ha pagado.

 

La princesa no sabe

que su voz es sincera

que su boca es un poema

que sus ojos son eternos

que sus mejillas, que sus piernas,

que su mirada, que su ser,

que ella; la princesa no sabe.

 

No todos tienen sus ojos de plata;

no todos saben lo que esconde,

lo que es,

lo que muestra

y lo que guarda.

 

Ella piensa que los comentarios

determinan su destino,

que las palabras

detienen sus pasos,

que las traiciones

cortan sus alas.

 

La princesa ha estado viviendo

de comentarios, de palabras, de traiciones,

de miradas, de gente mal hablada.

 

La princesa no sabe,

pero piensa que su final es la perdición,

la miseria y sumisión.

No sabe que un alma como la de ella

no necesita de destinos,

ni de dados del mal,

ni de mala hierba,

ni de caminos sin salida,

ni de vacía compañía,

ni de falsos sentimientos.

 

La princesa no sabe

que mis ojos la miran

con infinito cariño;

como si no hubiera

libros que han sido olvidados,

como si no existiera

hermosa poesía que no ha sido leída,

como si bailáramos por primera vez;

aunque no sepamos cómo,  

tratando incesantemente

que la princesa se de cuenta

que esconde un corazón de oro.