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enero 2021
Dos mundos, dos pintores, dos encuentros
Entrevista a Charly Vidal y a Hernán Boan
El viernes 8 de enero quedó inaugurada la muestra «Dos Mundos, Dos Pintores» en la sala municipal Lidaura Chapitel (muestra propuesta por la Asociación Amigos del Museo), y ahí estuvimos para conocer a los artistas detrás de las obras.
Con un estilo diferente y a pesar de que no buscaron una unidad temática en la elección de las obras, luego del segundo encuentro, se nos hizo evidente que ambos pintores compartían un mismo interés: la búsqueda de la propia identidad, la auténtica en cada uno.
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El primer encuentro fue el jueves previo a la inauguración. Mientras aún seguían preparando la sala y disponiendo los cuadros y pinturas, Charly Vidal nos brindó una visita guiada por su mundo.
— Van a haber dos mesitas y un par de bancos para que la gente pueda dibujar, la que tenga ganas obviamente… —explicaba Charly mientras nos mostraba los sobres repletos de bocetos pegados en las paredes junto a sus pinturas —. La idea es que puedan sacarlos y mirarlos, y puedan dibujar también y meterlos ahí junto con esos, o sea que los dibujos de la gente estén mezclados con los que hice yo…
— Que también sean parte de la muestra.
— Un poco, jugando también con esta idea de la representación, la mirada de cada uno y que, en el fondo, la imagen se construya un poco con toda la representación de toda la gente.
—Completándola…
—Sí, y participar con su mirada de la construcción de cada personaje.
Charly se acercó a la pintura ya desde chico, «un poco de toda la vida» como nos contaba; primero en el colegio, después asistiendo a talleres: «algunos con artistas conocidos y otros, no tanto»; estudió con Kenneth Kemble y se cruzó con Ponciano Cardenas. Comenzó la carrera de Bellas Artes en Argentina hasta que se le dio por viajar y conocer otras escuelas. Entonces, se fue a Bolivia, donde vivió casi un año y medio estudiando en la escuela de Bellas Artes de La Paz. Allí surgió la posibilidad de ir a Francia, donde asistió como alumno oyente en la escuela de Bellas Artes de Paris, durante otro año y medio.
—Me da curiosidad: ¿qué dirías que es lo característico de cada una de las escuelas de Bellas Artes a las que fuiste?
— En este momento (porque de esto hace un montón, ahora me imagino que debe haber cambiado), la escuela de La Paz y de Buenos Aires eran muy parecidas, eran diferentes en cuanto a tamaño, cantidad de alumnos, pero el enfoque conceptual y artístico era muy similar: tenían las tres ramas tradicionales (escultura, grabado, pintura). La de Francia, no. La de Francia, ya en esa época, era otra historia completamente distinta; había muy pocos talleres de dibujo y de pintura, todo era más conceptual y de instalaciones..., y mucho video. En parte, yo por eso no pude entrar, tenía una formación más bien clásica… allá en Francia el noventa por ciento de quienes entraban tenían otro tipo de concepto de lo que es el arte.
—Y qué recuerdo tenés de ese tiempo recorriendo los museos.
—Eso es lo que más me impresionó, creo que fue lo que más me formó, porque, como era estudiante, tenía el carnet de la escuela de Bellas Artes y podía entrar gratis a todos los museos. A mí que me gustó siempre dibujar (vivía a tres cuadras del museo Rodín), por lo cual una vez por semana iba a dibujar las esculturas de Rodín al museo, que tiene un jardín con todas las esculturas del tipo. Así que tengo un montón de estudios de esculturas de Rodín de esa época; e iba al Louvre cada quince días.
— Un lujo.
— Sí, la verdad, hoy por ahí lo valoro más que en ese momento y, si me pasara lo mismo, iría más de una vez por mes al Louvre, sabiendo que estás ahí y es gratis.
—Además de ser pintor, sos fotógrafo, instructor de esquí y durante un tiempo trabajaste como diseñador web… ¿Qué espacio tiene el arte en todo eso? ¿Cómo lográs el equilibrio entre el trabajo formal y la posibilidad de «vivir del arte» (un privilegio de pocos)?
— Es algo que vengo pensando constantemente… Lo veo más conflictivamente si querés: lo veo desde el punto de vista que vos decís y también le veo mucha cosa negativa a eso de «vivir del arte». Me parece que el mundo del comercio del arte es un mundo súper complejo y que, en algún punto, a veces, dudo si yo tendría la capacidad de vivir del arte y permitirme seguir pintando o dibujando o haciendo lo que quiera sin influencia del tema de que se venda o de que no se venda; qué es lo que se vende, lo que gusta, lo que no gusta… Me imagino que, entonces por ese lado, siempre le vi el lado positivo a no vivir del arte.
—Como que te da más libertad e independencia.
—Sí, no te digo que sea algo razonado y cien por ciento decidido, pero sí es algo que me cuestiono y que le veo un lado negativo y uno lado positivo.
—¿Cuál es tu próximo proyecto?
—Estoy trabajando con algunos paisajes, un poco también con esto de la búsqueda de la identidad, de la forma de vida que tenemos. Se me ocurrió empezar a hacer pinturas a partir de fotos movidas de paisajes. A partir de esas fotos (que tenía un montón de hace años, que me gustaban y decía: un día voy a hacer algo) voy a empezar a trabajar con eso. Me gusta desde lo conceptual: esto de la cosa movida y, por otro lado, también me gusta porque estoy buscando romper un poco con la forma y jugar más el color, no digo dejar de lado el dibujo o la estructura, pero sí trabajarlo de otra manera…
—Ir un poquito más hacia lo abstracto…
—No sé si más hacia lo abstracto. No sé si verlo como un único recorrido del arte, porque así como a la historia, al arte siempre se lo ve como un camino que avanza hacia un lugar y yo no creo que vaya hacia un lugar sino que va hacia cualquier dirección, hacia cualquier lado, me parece mucho más caótico. Entonces, no sé hacia dónde irá, pero estoy buscando un poco eso. Obviamente influenciado por lo que sé de la historia del arte y cuál fue el camino del arte hasta el día de hoy, y hacia dónde se supone que va, pero tratando de no quedarme atado a eso.
SOBRE LA MUESTRA
— La muestra se llama «DOS MUNDOS, DOS PINTORES»… hablemos sobre tu mundo.
— Mi muestra se llama «Representación y contenido». Son, principalmente, trabajos que hice en los últimos dos años, en principio sin ningún objetivo en especial.
En el sector donde se despliega la obra de Charly se ven retratos de amigos o conocidos que por una u otra razón le resultaron interesantes, y entonces los convocó como modelos.
— En general, con los retratos hago un dibujo en el lugar, les saco fotos y trabajo a partir de ellas. Me incomoda un poco tener a la persona horas y horas y, por ahí, capaz que... no sé... no soy de tener un horario muy disciplinado en el trabajo. Capaz que un día le digo de ponerse a posar y ese día no me sale una. Entonces me da mucha más libertad trabajar con fotos y dibujos que hice en ese momento y trabajar cuando yo quiera.
SOBRE NUESTRA SELECCIÓN
— Este es un amigo artista de acá, de San Martín de los Andes, es australiano, vive desde hace muchos años acá y hace esculturas con alambres, trabaja con fuego, expuso acá en la sala un par de veces.
— La fuerza en la mirada es impresionante.
— Bueno, él tiene una mirada muy fuerte.
— Es como que está yendo a la guerra más o menos.
— Sí. Lo conozco hace bastante a Clint y hará un año, en una charla presencial, lo vi. Él siempre está con el pelo atado y ese día estaba con el pelo suelto y ahí le dije: tengo que hacer un retrato.
— En esta otra me gusta la puesta en abismo.
— Sí, este es mi espacio de trabajo: mi taller, mi casa y este es un juego que también tiene que ver con esto de los hombres, que también me surgió un poco de algunos libros. Me gusta leer y este último año (encima con la cuarentena) venía leyendo cosas muy del ensimismamiento y estaba leyendo un par de autores… ¿Conocés Robert Walser? Un suizo, o Vila-Matas, el español, en casi todos sus libros repite esta cosa de búsqueda en cuanto de lo personal, la personalidad, de lo que es la identidad y ese tipo de cosas, y las distintas facetas de la identidad de cada uno, bueno un poco por ese lado va.
— Entonces, está bien lo que estaba pensando, justo te iba a preguntar: hay una diferencia en las edades en las tres figuras o por lo menos me parece a mí.
—No, es un autorretrato y son los tres, los cuatro en realidad, acá esta la sombra del cuarto, que sería el que está pintando (el real soy yo), son todos autorretratos y si se quiere es una misma escena de «yo pintando».
— Sí, esta buenísima. Si me permitís como vos dijiste, que cada uno podía interpretar…
— Sí, totalmente, por eso también dudo en si contarte todo este tipo de cosas, pero esta bueno…
— Me dio la sensación como que la tercera figura es un poco más vieja que las otras, porque se ven las arrugas…
— Ah, es verdad.
— Y un poco lo que vos decís de la identidad y la búsqueda de uno mismo, y como creo que uno jamás termina de conocerse y de construirse. Pero bueno, ahí fue mi interpretación...
— Si te fijas, en un último detalle, cada uno está tratado de una forma distinta, no muy distinta, pero tiene muchos más colores en el dibujo; acá busque dar la sensación de un dibujo más antiguo; este con una textura más de papel viejo con humedad; este por el color y la forma de pintarlo es que se acerca a una pintura más del siglo XX, XIX y este tiene otro color, otra luz...
— Claro, coincide un poco con lo que vi de las diferentes edades de las figuras.
Nos despedimos de Charly y esperamos hasta el lunes para conocer a Hernán Boan, el otro protagonista de esta muestra.
Hernán llegó a San Martín de los Andes hace trece años, oriundo de Temperly, en esta muestra, que recorre un poco toda su vida artística, encontramos obras de aquella época donde los barcos estructuran la pintura, y actuales, donde el juego de los colores son los protagonistas... y es que Hernán es un apasionado del color.
— Contanos cómo fue tu acercamiento a la pintura.
— Pinté toda mi vida. Cuando miro para atrás y lo pienso, desde muy chico siempre la elección fue el dibujo. No es que proyectaba que en mi vida iba a ser pintor o dibujante, pero, mirando hacia atrás, creo que el recurso al que siempre acudí para expresarme fue el dibujo. De pibe fui a un par de concursos de manchas, era re chiquito, quinto grado…
— ¿Qué es un concurso de mancha?
— Es cuando nos juntábamos en una escuela y cada cual iba y hacía una pintura de lo que quería, libre. De haber participado en esos concursos me cayó que ya sabía lo que me gustaba. Y después, ya a los quince años, cuando empiezo a trabajar con el óleo, ya lo asumo como el material que me va a acompañar toda la vida.
— ¿Por qué?
— Tiene un cuerpo, el óleo, tiene algo que dice…, es hermoso en lo material, más en lo que es pintura, con los colores. Eso es algo que a mí también me apasiona y que en mi obra es algo que tiene fuerza. En ese sentido, el óleo tiene mucha polenta, brinda un color muy fuerte, intenso, cosa que otros materiales no lo tienen... Y para representar, cuando hacés una pintura de exteriores o sobre algún motivo, es el material que más te ayuda a hacer un trabajo realista. Tiene cuerpo, más profundidad, podes hacer más veladuras, creo que es el material más noble y el más cromático.
— ¿Qué es lo que te gusta de pintar al aire libre?
— Lo hago como una de las cosas que más me apasionan, pero pintar afuera es más un ejercicio para aprender del color. Se toma como un ejercicio de aprendizaje para después pintar adentro con una paleta mucho más cromática. Van Gogh pintaba afuera y fue mejorando sobre el paisaje, porque uno, a lo largo de los años, va superando al paisaje, ya no necesitas copiarlo, empezás a interpretarlo. A mí, pintar afuera me encanta, estar afuera en la naturaleza es algo que siempre lo tomo como un desafío: vas a pintar solo contra el mundo… Siempre digo que a la Naturaleza no le gusta que la pintemos, porque ella tiene su propia belleza, no te lo permite tan fácilmente. Pintando afuera, lo que aprendes es el cromatismo, no el claro-oscuro.
— ¿Qué vendría a ser pintar «más cromático»?
— Que empezás a trabajar sobre luces y sombras en la zona del color, sobre sombras que son más azuladas y es cómo lo ves en la naturaleza.
— ¿Podemos verlo en algunas de tus obras?
—Sí, en estas obras acá son más de interpretación con el color; tienen que ver no con el cromatismo ligado a lo que vos ves en la naturaleza; porque estos los hice mirando el color natural, pero qué pasa, nunca vas a tener un cielo naranja así, acá es un hecho plástico, acá domina más el hecho plástico que lo que estoy viendo, estoy interpretando el modelo.
— Claro, ya juega tu punto de vista, el del artista dentro de la obra…
— Sí, además qué es lo que domina cuando lo hacés. O sea, acá lo que domina es el color. Hay un hecho formal, pero decís: acá la fuerza es a través del color. Me gusta el color y siento que es donde más transmito lo que me hace sentir bien. ¿Viste que uno, cuando estas pintando, no sabés hacia dónde va todo? Hay un desafío y un dialogo con la obra; tenés que hacer un montón de pinturas para hacer una obra de arte, cuando enganchás ese momento; un momento hermoso en que decís: bueno, acá transmití algo. Pero no es que lo transmitís con un criterio que es cien por ciento lo que vos sabías, la obra también te va diciendo: por acá, pone acá, saca; esto está de más.
— La obra también es protagonista de la creación…
— Por supuesto.
—En este camino que fuiste recorriendo, ¿hubo algún momento en el que dijeras: «esto fue un antes y un después en mí obra»; una especie de eureka?
— Sí, cuando aprendí, cuando realmente sentí que recibí información, me hizo un clic.
— ¿Cuál fue este conocimiento? Uno, porque me imagino que debés haber visto un montón.
— Cuando ingresé a la escuela La Belgrano, en un taller particular, con Enrique, que en ese momento era preceptor y que había sido alumno de Osvaldo Attila, nos puso en una posición frente a la pintura donde la empecé a ver desde un lugar abstracto; ya no quería describir con la pintura.
Los criterios plásticos son mucho más abstractos, ya no importa si pintas un perro, un desnudo, un paisaje o una naturaleza muerta, las ideas plásticas son más abstractas y mucho más complejas...
Otro momento, ya de más grande, cuando conocí a Osvaldo Attila, que también fue mi maestro, patrono de la carbonilla se podría decir, un gran dibujante, un maestro.
— La muestra se llama «Dos mundos, dos pintores», describime este mundo que me estas presentando, tu mundo…
— Bueno, es el reflejo de estos veinticinco años pintando. Lo veo en las diferentes obras y las distintas etapas y, un poco, resumen todo ese tiempo de experimentar, de trabajar y de tener una búsqueda que me lleve a tener una imagen propia, que es el desafío más importante como pintores.
— No sé si habían pensado junto con Charly la temática, pero cuando estuvimos hablando con él también conversamos sobre el tema de la búsqueda de la identidad. Por eso, nos detuvimos en su autorretrato, que es una puesta en abismo; me parece que por ese lado coinciden.
— No por haberlo hablado, pero sí lo sabíamos porque compartimos espacios y sabemos que ambos tenemos una idea que va para un lado íntimo de la pintura. La obra de Charly es una obra más clásica, ligada a un modelo más estructural y creo que también él va para ese lado, para una intimidad, muy delicado, también muy particular.
Por eso creo que es una muy buena muestra, en conjunto quedó muy bien armada, me parece que quedó armonioso. Tanto del lado más clásico de la obra de Charly como del lado más cromántico de mi obra, y eso le da la riqueza.
Dos mundos, dos puntores... una gran muestra.
¡Muchas gracias a ambos artistas!